Una lúcida mirada
Boni Sánchez tiene razón. Las eternas discusiones –los tirios y troyanos de La Eneida de Virgilio- sobre las caprichosas formas de algunas monumentales masas graníticas de Los Barruecos, podían hacer ver a unos desaforados gigantes en lugar de molinos como Don Quijote en el inicio del capítulo VIII de la magna obra cervantina. O puede que en una discusión en la línea del fabulista Tomás de Iriarte, que si galgos, que si podencos, que si el término “barroco” procede de aquí, o no, alguien más prosaico viera lo que yo he visto casi siempre: enormes culos, vergas descomunales, voluminosos pezones, profundas vaginas…
Ahora, gracias a la intuición, a la capacidad de observación y al dominio de las artes y técnicas fotográficas de Boni Sánchez, sé que no me había equivocado, que mi visión no era turbia, sino certera. Lo que no sabía hasta ahora, claro, es que todos esos miembros eran de los Titanes y las Titánides que, al caer con suma violencia al Tártaro, habían incrustado gran parte de sus cuerpos en la tierra, dejando ocultos sus rostros y a la intemperie otras partes de su anatomía.
Seguro que si este descubrimiento se hubiera conocido antes, hoy sabríamos con absoluta certeza quién es quién en Barruecox, porque Cela, o Apollinaire, o Louis Aragon, o Henry Miller, o Bataille, o Rafael Alberti, o Neruda, o el Juan Manuel de Prada de Coños, o Umbral, o César Vallejo, habrían conseguido las identificaciones. O la cineasta surrealista Germaine Dulac. Y, por supuesto el João de Deus, coleccionista de pentellos del director portugués João Cesar Monteiro. No sé; empiezo a pensar que esa navaja barbera cortando el globo ocular en la película de Buñuel, también tiene que ver con Los Barruecos. Boni Sánchez se ha documentado y se ha atrevido a etiquetar a Tea, Zeus, Cronos, Tetis, Selene, etc. No sé si habrá acertado en todos los casos, pero hay que agradecer esa preciosa y limpia mirada sobre nuestro patrimonio natural, ahora mejor comprendido.
Paco Lomba (Profesor de la UEX)
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